Educación politicamente correcta
¿Cuál es el criterio fundamental que tendrá el Estado para determinar el tipo de educación que merece su pueblo?
Al parecer el tiempo y la geografía dan variadas respuesta a esta incógnita.
A veces, la mejor educación ha sido la ignorancia, y solo las elites tuvieron acceso al conocimiento.
Cuando lo ha ameritado, la mejor educación es el miedo (y hasta el terror), y así como perros de Pablov, por lo menos una generación vacilará en revelarse.
Si se tiene visión, se capacita a los futuros obreros calificados que llevarán a cuestas la carga y el honor de producir y reproducirse para mantener la fuerza de trabajo.
Si se requiere mantener el poder, se induce a estar informados y consumir recursos de desinformación; y para mantener la veracidad, los maestros del disfraz y la artimaña presentan silogismos al más puro estilo del marqués de Sade, los cuales hacen sentido pero velan la realidad.
Si sólo se quiere jugar trivia, lee y memoriza. Como reflexionar quema neuronas, sigue acumulando paja.
Si queremos cambiar al mundo, leer, escribir, reflexionar, cuestionar, experimentar, proponer, planear, saber hacer y una ética tal vez sean el camino. El premio puede ser un doctorado o para los extremistas, ser mártir.
¿Sirven de algo los 12 años de educación básica que cursamos o cursan nuestros hijos?
¿Quién aporta más: la escuela, la calle o la familia?
Twain se mofaba de que en el cielo solo se cantaran hosannas por la eternidad. En la tierra, parte de la inducción patriótica son las loas a los símbolos patrios.
Tal vez sea hora de NO ser políticamente correctos.
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